Un mes después de su liberación, el banquero Germán García Velutini narró a través de una carta la dramática experiencia que vivió durante su secuestro de casi un año, y dijo que "para evitar situaciones similares a ésta y transformar a las personas, el camino no es la represión ni la venganza". El empresario, cuya desaparición constituyó todo un misterio, puesto que tanto los familiares como las autoridades policiales se negaron a declarar a los medios acerca de los motivos y características del rapto, se encuentra ya en buen estado de salud, tras haberse dirigido a una clínica privada, luego de llegar a su residencia. Desde el 25 de febrero de 2009 poco o nada se supo de Germán Antonio García Velutini, miembro de la junta directiva del Banco Venezolano de Crédito, cuando fue sorprendido por un grupo comando en la entrada de la Cota Mil a la altura de San Bernardino. Según las versiones de los testigos, sujetos ataviados de flux, con el rostro cubierto y dotados de fusiles rusos AK-47, interceptaron el Mercedes Benz gris del empresario y se lo llevaron. A continuación, la carta escrita por García Velutini: «Al analizar que estaba secuestrado, lo primero que se me ocurrió fue dar gracias a Dios por haberme dado 54 años de vida feliz, con una familia excepcional y que, quizás, era el momento de tiempos difíciles y de sufrimiento. Que ese sufrimiento debía ofrecerlo a Dios en mi corazón y por muchas personas que, en ese instante, transitaban por situaciones más difíciles que las mías. Pedí a nuestro Señor que me diera la fe y la fortaleza necesaria para afrontar esta nueva circunstancia de mi vida y para que también, a toda mi familia, en especial a mis hijos e hijas, les diera esa fe y fortaleza que iban a necesitar. Pedí a mis captores que me dieran una Biblia, a lo que accedieron, y a los pocos días me la entregaron. Comencé a leer, empezando por los Evangelios, las cartas de los apóstoles, el Antiguo Testamento, y así de marzo a agosto la Palabra de Dios fue mi compañía durante muchas horas al día. Y descubrí que hablamos a Dios cuando rezamos y que oímos a Dios, que nuestro Señor nos habla, cuando aceptamos SU inspiración, cuando dejamos guiarnos por EL, cuando leemos sus palabras. Más de una vez, asaltado por una duda o por un interrogante, y mientras pensaba, me sucedía que al día siguiente o algunos días después recibía respuesta; un pensamiento, una lectura. Así conseguía una paz que me es imposible explicar, paz que sólo se siente internamente. Y en esos momentos, una inmensa felicidad de estar con Nuestro Señor se hacía presente. Les cito un par de ejemplos: En una de las cartas de San Pablo leí ese mismo día: Dios coloca a cada miembro de la iglesia en el sitio que le corresponde. Y me dije: mi sitio es ahora y aquí, rezando por mi prójimo. Desde ese momento mi vida adquirió un sentido positivo: que, aunque solo y sin hablar con nadie, podía hacer algo útil por los demás. Supe que mi oración llegaba a las personas de afuera, de ustedes, me mantenía con fuerzas. (2) Otro momento fue a finales de agosto. Por alguna razón, me quitaron todas las lecturas, la colchoneta que tenía, y me redujeron las comidas. Pasé un par de días, muy largos, buscando cómo podía sacarle provecho a esa situación. Le pedí a Dios su ayuda. De nuevo su respuesta: Se me ocurrió, como había leído y releído tantas veces la Palabra de Dios, volverla a leer en mi mente. Pese a mi mala memoria, no sólo leí sino que analicé la razón de ser y el porqué de pasajes que recordaba, les busqué aplicación para mi vida. Nuestro Señor me dio la memoria, me dio SU COMPAÑÍA y la compañía de Nuestra Madre Querida, la Virgen, para acompañarme día a día. Me llenó la certeza que mi vida solitaria, sin mediar palabra con nadie, tenía un sentido. Que lo importante en la vida es servir a nuestro prójimo, y que nuestra oración llega a los demás. Que sí hay una comunicación espiritual con Dios y con todos ustedes, y que esa oración es una forma de servir a los demás. En diciembre me volvieron a dar la Biblia y, además, me regalaron una estampa de San Miguel Arcángel. Este hecho me convenció que los secuestradores también son hijos de Dios y que no nos corresponde a nosotros juzgarlos. Que, para evitar situaciones similares a ésta y transformar a las personas, el camino no es la represión ni la venganza. Que el camino es la enseñanza de la Fe y el Evangelio a niños y jóvenes. Es aceptar a Dios en nuestros corazones y llevarlo al corazón de nuestros niños y jóvenes. Es pedir a Dios que nos cuide y bendiga para que estemos completamente unidos entre nosotros y con Jesucristo, y así demostrar que a través de una Fe y Alegría podemos construir un mundo mejor.» |
miércoles, 3 de marzo de 2010
Carta de Germán García Velutini después del secuestro
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